Cuba festeja este domingo el Día de las Madres, una fecha que por tradición reúne a la familia en especial celebración con carácter oficial desde 1928.
Esta vez el calendario marcó al 11 de mayo para expresar agradecimiento y amor a quienes llamamos mamá y desde la maternidad nos acompañan con paciencia y ternura a lo largo de nuestra existencia con capacidad, casi divina, para avizorar peligros y anticipar caricias cuando el dolor o el fracaso asoman.
Cada segundo domingo de mayo los cubanos, por muy difíciles que sean las circunstancias, no abandonamos la costumbre de reunirnos en familia para homenajear a las madres y agradecer su entrega incondicional en el cuidado de los hijos y la conducción y bienestar del hogar.
Los holguineros celebramos hoy esta significativa fecha en medio de disímiles limitaciones económicas e incómodas afectaciones eléctricas, pero es un día especial para gratificar sus desvelos y compañía en todo momento con intuición protectora que guía siempre con acierto e incansable ánimo, en las más diversas situaciones a prueba de cualquier sacrificio.
Con la actual inflación los festejos por esta efeméride constituyen un verdadero reto; sin embargo, a pesar de que el dinero no alcanza y todo escasea, no faltará el amor pues sobran razones para reconocer la abnegación y dedicación de nuestras madres en tiempos tan difíciles.
La compleja situación socioeconómica que afrontamos conlleva a una celebración modesta y sencilla, incluso sin el tradicional cake en muchos hogares, pero aun así intentamos mantener viva una tradición que une y fortalece a la familia.
Hoy será un día diferente y desigual en muchos aspectos porque nuestra sociedad ha cambiado y ya no somos los de antes. Cada madre tiene una historia que contar.
Este domingo no pocas están lejos del hogar porque han emigrado o están cumpliendo alguna misión. Algunas, hemos visto partir a nuestros hijos al extranjero con una mochila de sueños y la angustia de la separación. Otras por primera vez tienen a sus bebés en brazos y celebran la dicha de la maternidad.
Abrazaremos a longevas abuelas que ni siquiera recuerdan su nombre, pero tendremos la oportunidad de retribuirles el cariño, la educación y cuidados que nos proporcionaron a lo largo de la vida.
Pero hoy también madres con tres o más hijos agradecen haber sido socorridas con programas sociales; y otras, todavía en condición de vulnerables, no pierden la esperanza del amparo y la protección mediante la asistencia social.
Las madres solteras amanecen empoderadas, esquivando cada vez menos brechas de género con la responsabilidad de guiar y ver crecer sanos y felices a sus hijos.
Las que padecen alguna enfermedad recobran fuerzas como regalo divino y no faltarán flores para las que han partido a la eternidad.
Con la llegada de los hijos cambia la forma de pensar y actuar con una nueva visión emocional y afectiva. Las madres no somos perfectas, convivimos con contratiempos de todo tipo, pero a todas nos caracteriza esa preocupación constante por la crianza de nuestros hijos, por corregir errores y asegurar que estén a salvo y puedan lograr sus aspiraciones.
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