El día 6, en medio de las Romerías de Mayo, Raúl Paz llegó al escenario del callejón de conciertos, en la Plaza de la Marqueta, para encontrar a un público que, suavísimo, lo acompañó en cada verso de amor.
Aquel que aguardó hasta la madrugada sabe que valió la pena. Que contar los bombillos sobre el callejón, tantear entre risas y mesas, girar el vaso de cerveza, cantar la canción tranquila del momento, lo valió. La Plaza de la Marqueta cobró sentido. Los años aguardados para encontrarlo también.
No era la primera vez de Raúl Paz en Holguín, mucho menos en Romerías de Mayo. Pero sí la primera en que estábamos Raúl Paz, tú y yo. La primera en la que la luz de Holguín se concentró en esa esquina donde queda la Casa del Joven Creador. Donde la idea de crear una sala de conciertos en lo que hoy es el Mercado de Artesanías —y los bares y desórdenes de la Plaza—, sonaba tan justa que rozaba lo utópico.
La primera canción dictaba así: Nadie sabe a dónde llega, aunque sepa a donde va (…) Las horas que faltaban ya no volverán jamás, pero siempre habrá momentos buenos para recordar.
Primer martes de mayo. Raúl Paz no cantó solo nunca. Trajo sus canciones viejas, las que traen el gusto a primeros amores, desvelos y despedidas. Trajo las nuevas —“Así no”, “Café”—, que cada vez que las introducía, se disculpaba. No importaba: los aplausos siguiendo el ritmo le interrumpían el perdón. Tras dos versos la multitud bajo los bombillos lo acompañaba. Y el bailecito lento de las caderas marcando un, dos, tres. Entre los estrenos, estuvo esta que dictaba: ¿Cuánto nos falta para que fluya / la vida mía y la vida tuya?
Ahí todos fuimos artistas. Todos nos enamoramos, volvimos a mirar, fuimos así. Y éramos, también, tú y yo. Regresamos a los años en los que no existía Youtube, ni Spotify ni nada parecido y solo se encontraba a Raúl Paz en las portadas de los CDs a un dólar, o en las viejas tiendas de discos de la esquina. Esas donde pedíamos una canción suya. La escuchábamos. Dejábamos unos pesos de agradecimiento y la volvíamos a pedir, o esperábamos frente a las pantallas los domingos en la tarde. Nos sabíamos la canción de la novela, el verso romántico que memorizó toda una generación. El que se cantaba bajito a quien querías. Se dedicaba. ¿Cuántos no amaron con una canción? Porque era tan bonito enamorarse. Y darle una canción de Paz de fondo.
Esa noche, justo la de en medio de las Romerías, se sintió como regresar. Regresar a ese tiempo y verso. La Plaza se enamoró de Raúl Paz, de ti y de mí. Se quedó agradecida de sentir. De escuchar los cantos y encontrar el orden. Del baile lento y el silencio tras las risas. El concierto pasó de prisa, pero ahí quedó la sensación. El gusto de tiempos viejos. De mayos anteriores, de la llovizna del día anterior, de las manos rozándose sobre las cabezas. Y en medio, tú y yo.
- Raúl Paz, tú y yo - 9 de mayo de 2025