cartomántica, salud, adivina, Holguín
Cartomancia, el arte de adivinar con las cartas. Foto: VOA/Archivo

Raquel y las cartas que predicen la salud

Cuando estaba terminando mis estudios de bachiller en 1985 tenía inclinaciones por estudiar Medicina, Psicología, Relaciones Internacionales y Periodismo, pero realmente no me decidía por ninguna de ellas.

Me hubiera gustado ser neurocirujano para investigar sobre el fascinante mundo de esa excelente computadora que es el cerebro humano, o ayudar a las personas con la palabra como hacen los psicólogos en la heterogénea sociedad cubana.

Me imaginaba representando a mi país por varias naciones del mundo, donde Cuba es muy querida como isla solidaria por enviar médicos y no soldados o periodista para escribir sobre la sociedad, la cultura, el turismo, la ciencia, entre otros temas de novedad.

Estaba tan dudoso por tener gustos profesionales tan diversos, que de tanto oír el nombre de la famosa cartomántica Raquel entre los miembros de mi familia, decidí ir a consultarla para ver qué profesión escogería.

No sabía cómo trabajaba realmente una cartomántica y me imaginaba a Raquel como una negra obesa fumando tabacos y manejando cartas donde interpretaba sus mensajes.

Ir a ver una cartomántica era algo impensable en mi casa porque mis padres eran Adventistas del Séptimo Día y nunca habían ido a ver a un profesional de las cartas y las artes adivinatorias, pero como todo en Cuba elaboré un plan y no quinquenal como hacía el gobierno cubano por aquella época.

Lo primero que hice fue averiguar cuánto cobraba Raquel, qué había que llevar, aparte del dinero, dónde vivía y sus horarios de atender a los clientes, ávidos por saber si el marido era realmente infiel o quien le había tirado el bilongo en el portal de la casa.

Lo cierto es que Raquel tenía mucha fama de dar en la diana con sus sondeos sobre la salud. Si realmente la persona tenía alguna enfermedad contagiosa o terminal Raquel le mandaba remedios que hasta los mismos médicos chinos la podrían envidiar.

María Julia, una ex tía política mía, me comentó que cuando le consultó le preguntó qué tiempo hacía que no se hacía un análisis de sangre, porque veía en las cartas que era diabética, y cuando fue al médico para que le diera la orden para los análisis fue rápido al laboratorio para comprobar lo dicho por Raquel, quien acertó.

Este acierto se lo comenté a Idania, una conocida especialista en Microbiología del Hospital Clínico Quirúrgico Lucía Iñiguez Landín, y cierto día se le apareció aterrorizada a Raquel porque la prueba de laboratorio, hecha por ella misma, decía que tenía una enfermedad maligna.

Lo cierto es que al verla tan aterrorizada la cartomántica decidió hacerle una consulta extra fuera de horario y de día, porque Raquel solo atendía los martes y viernes, y no sé por qué esos días, pero me imaginaba que eran los  acordados con los Santos y los espíritus con los cuales se comunicaba.

Para suerte de Idania la señora adivina no le veía ninguna enfermedad rara de la cual preocuparse y le contestó con fino humor: “revisa la fecha de vencimiento de los reactivos porque o pueden estar vencidos o no es fiable para la máquina japonesa con la que trabajas. Y así fue. Idania no tenía ninguna enfermedad maligna y el reactivo no era fiable para el equipo de la marca Hitachi.

Otra clienta le llevó a Raquel su hermoso hijo varón que le habían diagnosticado positivo en una prueba de micro Elisa y como toda madre, llena de pavor, quería comprobar si realmente su hijo era portador del VIH.

Raquel, con mucha psicología, le hizo la consulta al joven y le encontró que realmente no era cero positivo sino que tenía una “proteína” que el test le hacía pasar como anticuerpos para la tan temida enfermedad y así sucedió cuando profundizaron con unas pruebas de laboratorios.

Pero de la profesión que yo estudiaría Raquel solo supo decirme que me veía escribiendo mucho frente a una máquina de escribir Remington. También le decían las cartas que viajaría por los países socialistas de Europa Oriental.

Lo cierto es que Raquel era obesa pero no negra, y si fumaba tabacos para entrar en el trance y comunicarse con el “muerto”, quien le comentó que yo iba a la iglesia católica y allí un sacerdote intercedió por mí, ante la Virgen María, para cuidarme de la maldad de ciertas personas. Y así sucedió.

Parece que la especialidad de Raquel era más bien con la Medicina o a lo  mejor el “muerto” que se comunicaba con ella y le contaba era un médico, porque no fallaba en los diagnósticos de salud.

En abril de 2015 fui a ver a Raquel, y luego de pagarle los 10 pesos, darle la vela y todos mis datos de nacimiento me diagnosticó que tenía tres cálculos renales en el riñón izquierdo, pero los iba a expulsar como una arenilla por la orina. Y así aconteció.

No sé si el espíritu con el que se comunicaba Raquel no estaba bien ducho en Geografía política, porque nunca fui a Europa Oriental sino a América del Sur y allí no había ningún país socialista y en el escenario mundial solo quedaba Cuba, Vietnam, Corea del Norte y China como naciones con ese sistema político en el futuro que ya estaba viviendo.

No he vuelto a ver a Raquel, pero me la imagino con esas colas los martes y viernes en el portal de su casa en la ciudad de Holguín, donde alienta, calma y da sus remedios para ayudar a los enfermos y necesitados de una consulta espiritual.

Lo cierto es que en Cuba las cartománticas son también trabajadoras por cuenta propia y pagan impuestos al fisco, y quizás ahora, que estamos viviendo en la época de las mipymes, estén concentradas en alguna con un nombre comercial.

Me gustaría encontrar a Raquel de nuevo para que me tire las cartas y me pronostique cuándo vamos a salir de esta horrible inflación, que sufrimos los que vivimos de un salario.

José Miguel Ávila Pérez
Últimas entradas de José Miguel Ávila Pérez (ver todo)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

18 + dos =