VIsta de la ciudad de Holguín
Vista de la ciudad de Holguín. Foto: Tomada del portal de Facebook/Holguín en Fotos

La fe en el mañana

Un 2025 cierra sus puertas en la ciudad de Holguín, y ya casi se oye el sonar de los tambores para recibir con fe al 2026. Una urbe que renace con un suspiro que no es solo de alivio, sino de esa extraña mezcla de cansancio y tenacidad que define a su gente.

Este año no ha sido fácil para la provincia holguinera. La crónica de estos doce meses tendría capítulos marcados por los apagones prolongados, que convirtieron las noches en un juego de paciencia y velas. Habría párrafos enteros dedicados a las colas, esas filas democráticas donde se tejen amistades y estallan frustraciones.

Se recordaría el verano sofocante, donde el malecón de Gibara y las dulces playas fueron el refugio de fin de semana para quienes pudieron armar una salida, y el reciente huracán que se llevó muchos sueños, esperanzas y sacrificios del pueblo cubano.

Termina un año marcado por un complejo escenario epidemiológico y alta incidencia de las arbovirosis, especialmente con el azote del dengue y el chikungunya.

Pero también tuvo páginas luminosas, coronadas por las festividades que caracterizan a la provincia: unas Romerías de Mayo que, a pesar de la precariedad, siguen siendo lo más esperado por los holguineros en el ámbito cultural; el Festival de Cine Pobre en Gibara, que brinda en cada edición la oportunidad de disfrutar e incursionar en el mundo de la cinematografía; y el Festival de Música Electrónica Stereo G para que la juventud se despeje del trabajo cotidiano.

Y el deporte, siempre el deporte, como válvula de escape y motivo de orgullo, con los atletas holguineros dejando la bandera alzada en certámenes nacionales y la excelente actuación en la 64 Serie Nacional de Béisbol.

Mirar al 2026 en Holguín es como subir a su Loma de la Cruz al atardecer. Se ve el panorama completo, con sus claros y sus sombras. Hay una expectativa tangible, pero no ingenua. No es la esperanza pasiva que espera un milagro, sino la activa, la que se construye día a día.

La mayor y más urgente expectativa sigue siendo la estabilidad energética. Cada familia holguinera sueña con que el zumbido del ventilador y el fulgor de la nevera y el televisor sean constantes. Hay un rumor persistente, una especie de fe, en que los proyectos de mantenimiento y las nuevas inversiones en el sistema eléctrico nacional empiecen a dar frutos palpables aquí, en el oriente cubano.

Así termina este diciembre: no con fuegos artificiales grandilocuentes, sino con el fogón encendido en el patio trasero, con la visita imprevista del vecino, con el café fuerte compartido en un vaso de cristal. Se cierra un ciclo de resistencia, de aprendizaje forzoso, de descubrir fuerzas donde no se creía que las había.

La ciudad de los parques respira. Y en esa respiración hay un pulso firme, una terquedad oriental hecha de sol, sudor y sueños. El nuevo año llega. Y Holguín, como siempre, lo recibe de pie, con la fe puesta en que el año venidero será mejor.

Arlenis Betancourt Yañez
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