Parques en Holguín, vandalismo
Foto: Tomada del perfil de Facebook/Holguín en Fotos

Holguín y el Síndrome de la Ventana Rota

Holguín, una ciudad orgullosa de su identidad, se ha convertido en un ejemplo del Síndrome de la Ventana Rota —que sostiene que los signos visibles del comportamiento antisocial crean un entorno urbano que fomenta la delincuencia y el desorden—.

La metáfora de la «ventana rota», surgió de la criminología ambiental propuesta en 1982 por los criminólogos James Q. Wilson y George L. Kelling, basándose en un experimento social del psicólogo Philip Zimbardo en 1969.

Esta trasciende su origen para convertirse en un potente instrumento de análisis social. Plantea que el desorden visible y el deterioro no atendido en el espacio público pueden normalizar la transgresión y erosionar, paulatinamente, los lazos de convivencia. Este enfoque, lejos de ser una simple importación teórica, encuentra eco en realidades concretas y ofrece una oportunidad para evaluar y fortalecer las políticas de desarrollo local.

En Holguín, la Ciudad de los Parques, la vitalidad de sus espacios públicos es un componente esencial de su identidad. Sin embargo, como revelan reportes y el propio quehacer de las instituciones, estos sitios emblemáticos enfrentan desafíos: actos de vandalismo que dañan bancos y rejas, el hurto de piezas metálicas y la acumulación de basura en algunos puntos.

Estos son síntomas de un fenómeno complejo que no puede atribuirse a una sola causa, sino a una conjunción de factores donde interactúan limitaciones materiales, dinámicas sociales y la necesidad de perfeccionar mecanismos de gestión y participación.

Atribuir esta situación únicamente a la pérdida de valores es insuficiente. Un análisis crítico debe considerar factores estructurales e institucionales que han creado el caldo de cultivo para esta dinámica.

Existe cierta desprotección institucional y un «ahorro» costoso. Un factor clave identificado es la eliminación de la figura del cuidador de parques en la mayoría de los espacios, debido a limitaciones presupuestarias. Esto ha dejado el patrimonio social en un estado de vulnerabilidad. Resulta una contradicción económica, ya que el ahorro en salarios puede generar gastos muy superiores en reposición y reparación de lo dañado.

Las respuestas fragmentadas e ineficaces. Cuando los ciudadanos reportan denuncias a instituciones como la Dirección Municipal de Comunales que no generan soluciones. Aunque existen inversiones puntuales para reparar parques en consejos populares, estas parecen insuficientes ante la magnitud del problema. La existencia de un marco legal severo —que puede tipificar estos hechos incluso como sabotaje— contrasta con su aplicación poco efectiva en la prevención y el control cotidiano.

Frente a esta realidad, la respuesta en la provincia es, como ha explicado el delegado del Instituto de Ordenamiento Territorial y Urbano (Inotu), César Paterson Rodríguez, una estrategia integral y proactiva de desarrollo del hábitat. Los programas que se impulsan comprenden que la mejor manera de prevenir el deterioro es atacar sus causas de raíz. Esto se materializa en la reparación y creación de áreas recreativas, el análisis técnico de las viviendas, el mejoramiento de la salubridad y, de manera crucial, en la eliminación de ilegalidades constructivas y la reubicación de familias en zonas de riesgo.

Estas acciones, parte de la política de vivienda y ordenamiento territorial del Estado cubano, priorizan el uso sostenible del suelo y protegen a los sectores más vulnerables. Demuestran una comprensión profunda del problema: la solución no está solo en soldar una reja, sino en crear las condiciones para que esa reja, y el espacio que protege, sean valorados y cuidados por la comunidad.

No obstante, el camino requiere de un esfuerzo mancomunado y del constante perfeccionamiento. La preocupación ciudadana expresada ante el deterioro es un valioso capital social. Canalizarla exige una gestión más ágil y transparente, donde las denuncias y propuestas de los vecinos encuentren respuestas efectivas y se potencie la iniciativa local.

Asimismo, es vital analizar con sensibilidad demandas sociales como la necesidad de más y mejores opciones de esparcimiento sano para niños y jóvenes, lo cual puede aliviar la presión sobre el mobiliario urbano histórico.

Preservar los parques holguineros, donde confluyen historia, cultura y vida familiar, es un acto de defensa de la esencia misma de la ciudad. Cada banco reparado, cada área recuperada, es un ladrillo en la reconstrucción del contrato social.

De lo contrario, el silencio que deja el vandalismo —el de los parques vacíos— seguirá siendo el testimonio más elocuente del deterioro no solo del mobiliario urbano, sino del contrato social que sustenta la vida en comunidad.

La metáfora es clara: una ventana rota sin reparar invita a romper las demás. Este concepto, más allá de su origen en la psicología social, ofrece una lente útil para analizar la importancia de la planificación urbana y el mantenimiento comunitario.