Apego, Teoría del apego, Vínculos afectivos, Relaciones interpersonales

Existen cuatro tipos de apego: ¿cuál es el tuyo?

¿Por qué algunas personas pueden formar vínculos profundos y seguros, mientras que a otras les cuesta confiar o temen acercarse? ¿Cuáles podrían ser las razones por las que a algunas personas les es difícil establecer nuevas relaciones interpersonales? ¿Qué sucede con los individuos que tienden a responder de manera abrupta y hasta agresiva sin motivos aparentes? ¿Por qué hay niños que hacen perretas el primer día de clases y no quieren permanecer en el colegio? ¿Por qué otros no hacen resistencia a quedarse, pero se les ve luego solos, con la cabeza baja y apartados del grupo sin mostrar entusiasmo? Estas preguntas pudieran tener respuestas explicativas desde una teoría psicológica que ha cobrado auge en los últimos años.

La teoría del apego y su impacto en nuestras relaciones interpersonales

Durante mis años de trabajo como psiquiatra y psicoterapeuta, autor y comunicador en temas de salud mental, he observado que uno de los temas más importantes que existe para la vida de los seres humanos es el del apego, el tema de cómo establecemos vínculos con los otros. El apego es un vínculo emocional profundo que se da inicialmente entre un niño o una niña pequeña y sus cuidadores principales. Normalmente, su padre y su madre. Es una necesidad innata que tenemos de buscar amor y protección en aquellas personas que se supone que tienen que cuidarnos, que se supone que tienen que amarnos profundamente más que a cualquier otra cosa.

El tipo de apego que desarrollemos influye en cómo nos relacionamos con los demás durante toda nuestra vida, haciendo nuestra existencia más o menos compleja.

Los seres humanos tendemos a buscar esta cercanía, esta proximidad para recibir amor y cuidados. No sobrevivimos si no somos cuidados, si no somos amados por otras personas que nos ayudan a transitar por la vida en lo que aprendemos a ser independientes y autosuficientes. Entonces, el tema con el apego no es si se tiene o no, porque hay una cuestión clara: todos lo tenemos. La pregunta es: ¿Cómo es mi estilo de apego? La respuesta arrojará mucha luz para explicar ciertas situaciones que pudieran resultar difíciles, controversiales y hasta caóticas.

La teoría del apego

El psicólogo británico John Bowlby fue el primer teórico del apego. Lo describió como una “conexión psicológica duradera entre seres humanos”. Este psicólogo se interesaba en comprender la ansiedad y la angustia que experimentan los niños al separarse de sus cuidadores principales. Pensadores como Freud sugirieron que los bebés se apegan a la fuente de placer. Los que se encuentran en la etapa oral del desarrollo, se apegan a sus madres porque estas satisfacen sus necesidades orales. Algunas de las primeras teorías del comportamiento sugerían que el apego era simplemente un comportamiento aprendido, proponían que era simplemente el resultado de la relación de alimentación entre el niño y el cuidador. Dado que el cuidador alimenta al niño y le proporciona alimento, el niño desarrolla apego. Bowlby observó que la alimentación no disminuía la ansiedad por separación. En cambio descubrió que el apego se caracterizaba por patrones claros de comportamiento y motivación. Cuando los niños tienen miedo buscan la proximidad de su cuidador principal para recibir consuelo y atención.

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Foto: Archivo

El apego es un vínculo emocional con otra persona, los primeros vínculos que forman los niños con sus cuidadores tienen un impacto enorme que perdura a lo largo de la vida. Mientras que las teorías conductuales del apego sugerían que este era un proceso aprendido, Bowlby y otros propusieron que los niños nacen con un impulso innato de formar vínculos con sus cuidadores. A lo largo de la historia, los niños que mantenían la proximidad con una figura de apego tenían más probabilidades de recibir consuelo y protección y, por lo tanto, de sobrevivir hasta la edad adulta.

El tema central de la teoría del apego es que los cuidadores primarios que están disponibles y responden a las necesidades del bebé le permiten desarrollar un sentido de seguridad. El bebé aprende que su cuidador es confiable, lo que crea una base segura para que explore el mundo.

¿Qué determina un apego exitoso?

La teoría del apego nos dice que hay cuatro formas o estilos que las personas tienen de apegarse a sus seres queridos, dependiendo de cómo hayan sido criados y educados durante la infancia. El estilo de apego es la forma que tiene un niño o una niña pequeña de responder a la manera que es amado y cuidado por sus padres. Si los padres dieron un apoyo consistente, si dieron amor incondicional, si estuvieron atentos a las necesidades del niño o la niña, ese niño va a aprender que el amor no duele, que puede confiar en las personas que lo cuidan, pero sobre todo que puede confiar en que él es una persona digna de ser amada. El problema viene cuando la forma de criar nos dio unas respuestas que son como estrategias para sobrevivir en un entorno poco menos que amable. Y esto puede venir de varias maneras.

Los cuatro estilos principales de apego

1. Apego seguro: Los niños que pueden depender de sus cuidadores muestran angustia al separarse y alegría al reencontrarse. Aunque el niño pueda estar molesto, se siente seguro de que su cuidador regresará. Cuando están asustados, los niños con apego seguro se sienten cómodos buscando la tranquilidad de sus cuidadores. Este es el estilo de apego más común. Las investigaciones sugieren que el 81,8 por ciento de las personas tienen un estilo de apego seguro.

2. Apego ansioso o ambivalente: Los niños con un estilo de apego ansioso se angustian mucho cuando uno de sus padres se va. Debido a la poca disponibilidad de los padres, estos niños no pueden depender de la presencia de su cuidador principal cuando lo necesitan. Una investigación de Cassidy y Berlin estimó que entre el siete y el 15 por ciento de los niños estadounidenses tenían un apego ambivalente. Investigaciones más recientes indican que alrededor del 13,2 por ciento tiene un estilo ansioso/evitativo.

3. Apego evitativo: Los niños con apego evitativo tienden a evitar a sus padres o cuidadores, sin mostrar preferencia entre un cuidador y un completo desconocido. Este estilo de apego podría ser resultado de cuidadores abusivos o negligentes. Los niños castigados por depender de un cuidador aprenderán a evitar buscar ayuda en el futuro.

4. Apego desorganizado: Los niños con un estilo de apego desorganizado muestran una mezcla confusa de comportamiento, pareciendo desorientados, aturdidos o confundidos. Pueden evitar o resistirse a sus padres. La falta de un patrón de apego claro probablemente esté relacionada con un comportamiento inconsistente del cuidador. En estos casos, los padres pueden servir tanto de consuelo como de temor, lo que provoca un comportamiento desorganizado.

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En el apego seguro se fomenta la confianza. En el apego ansioso, la angustia. En el apego evitativo, la desesperanza. Y en el apego desorganizado, el miedo. El miedo a que si yo pido algo, me van a castigar. Si yo digo que necesito algo, me van a juzgar. Y es un niño, una niña, que vive con un gran miedo, pero también con una gran necesidad de ser amado, como todos nosotros.

Todos tenemos un tipo de apego, por lo que se hace necesario identificarlo. Puede que el que tenemos nos dificulte algunas áreas de la vida, y puede marcar nuestras relaciones, no solamente de pareja, también las relaciones laborales, con los amigos y va a marcar también la relación con uno mismo. Porque el apego, en esencia, trata de cómo aprendemos a esperar de los otros el amor, cuál creemos que es nuestro lugar ante los demás y cómo pensamos que es el amor y los cuidados. ¿Duelen o no duelen? ¿Confiamos en los otros o no confiamos? De eso se trata.