Cada tres de diciembre, el mundo conmemora el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una fecha que trasciende el simbolismo para recordarnos que la inclusión es un derecho humano fundamental.
La discapacidad, lejos de ser una anomalía, constituye una expresión más de la vasta diversidad humana, y reconocerlo es el primer paso hacia sociedades genuinamente integradoras.
En Cuba, este enfoque se ha traducido en décadas de trabajo sostenido por construir un entramado social que proteja y potencie las capacidades de todas las personas. La atención a este sector de la población se articula a través de un sistema que involucra tanto al Estado como a organizaciones de la sociedad civil, con resultados tangibles en materia de inclusión.
El modelo cubano se sustenta en pilares institucionales robustos. La Asociación Cubana de Limitados Físico-Motores (ACLIFIM) y la Asociación Nacional de Ciegos y Débiles Visuales (ANCI), son organizaciones que desempeñan un papel protagónico. No se limitan a la reivindicación de derechos, sino que impulsan programas de rehabilitación, capacitación laboral, actividades culturales y deportivas, empoderando a sus miembros para una participación plena.
El Estado, por su parte, ha establecido marcos legales para promover una mayor inserción de personas con discapacidad en puestos laborales. Más allá del cumplimiento normativo, se observan esfuerzos por adaptar espacios públicos, mejorar el acceso a la educación, incluyendo la enseñanza especializada y garantizar servicios de salud integrales y gratuitos.
Lo verdaderamente destacable es la filosofía que subyace a estas acciones: la concepción de la persona con discapacidad como sujeto activo de su propio desarrollo y del proyecto social. Las escuelas especiales cubanas, por ejemplo, no solo brindan atención educativa, sino que forman a sus estudiantes para la vida adulta independiente en la medida de sus posibilidades.
El deporte adaptado y paralímpico es otra área donde Cuba brilla, con atletas que han alcanzado lauros internacionales, demostrando que con oportunidades, los talentos florecen.
Quedan, como en todas partes, desafíos por delante. La accesibilidad urbana total es una meta en construcción, y la actual situación económica impone restricciones. Sin embargo, el compromiso institucional y social parece firme. La inclusión se trabaja desde la niñez, en las aulas donde se fomenta la convivencia, y en los centros laborales que valoran la capacidad por encima de la condición.
Este tres de diciembre encuentra a Cuba con una hoja de ruta clara: seguir profundizando un modelo donde la diferencia no sea motivo de exclusión, sino de enriquecimiento colectivo.
La meta no es la integración forzada, sino la creación natural de un entorno donde todos, con sus diversas capacidades, tengan un lugar y puedan contribuir. La discapacidad es parte de la vida, y una sociedad que lo comprende así está más cerca de ser justa, plena y verdaderamente humana.
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