Cuando las hélices del helicóptero parecían cortar la copa de los árboles en Naranjo Dulce, Holguín, María Ramírez Escalona soltó el morral y salió corriendo, casi en estampida, del cafetal para ver la aeronave de cerca por primera vez en su vida.
No fue la única persona, pues los habitantes de esta comunidad de difícil acceso, en el municipio holguinero de Sagua de Tánamo, recuerdan ese instante como un suceso histórico, un relato que —afirman— contarán a nietos y bisnietos sobre el día en que a esos dominios la comida le llegó desde el cielo.
Para acceder hasta el consejo popular El Progreso, en pleno corazón del macizo montañoso Sagua-Baracoa, nunca es fácil, ni siquiera en tiempos de bonanza.
Del poblado cabecera lo separan 28 kilómetros, de los cuales la mayor parte del trayecto se realiza por el lecho del río Sagua, con 22 cruces de cauce imposibles de pasar en momentos de crecida.

Miguel Revé comenta que, cuando la gente de la zona supo que vendría un helicóptero a traer la mercancía, se alegró mucho y, en lo personal, varios dijeron que acudirían a ayudar a descargarlo solo por ver el aparato en tierra, porque jamás en su vida lo habían visto y él, que es el delegado, tampoco.
Así fue que, en el campo de béisbol de El Jobo, el coronel Miguel Savón Favier, Comandante de la aeronave, realizaba meticulosamente los últimos cálculos de peso y el balance de las cerca de tres toneladas de alimentos, minutos antes de emprender vuelo por encima del desafiante curso del río Sagua, en busca de las comunidades incomunicadas.
Para cumplir estas misiones, enfatiza, resulta indispensable ejecutarlas con la mayor seguridad, velar por todos los requisitos que impone un vuelo complejo de este tipo, pues los lugares a los cuales deben acceder son sitios que, para ser sobrevolados requiere sortear una abrupta geografía, una preparación exhaustiva desde tierra para minimizar, sobre todo, el tiempo de trabajo y el empleo de combustible.
Yadelín de la Cruz Fernández, presidenta del Consejo de Defensa Municipal de Sagua de Tánamo, relata que hasta El Progreso era imposible llegar después del paso del huracán Melissa.

Por ese motivo, comentó, se vieron en la obligación de demandar un medio terrestre que lograra el paso o uno aéreo capaz de garantizar la entrega de la canasta básica, medicamentos y otros insumos necesarios a la población de esa comunidad incomunicada, porque las crecidas del río dejaron un banco de arena que impedía el tránsito por completo.
De la Cruz Fernández explicó que la operación, la concibieron con tres puntos de distribución de los alimentos y desde esos sitios hacia el resto de las circunscripciones el traslado se realizaría con arrias de mulos, única forma de llegar hasta las bodegas de El Progreso, Los Mangos y Naranjo Dulce.

Lo que siguió fue una historia con final feliz, en la que la curiosidad por ver, tocar y fotografiarse junto a un helicóptero reunió a todos los pobladores en torno a un hecho de elemental supervivencia.
Hoy, el delegado de Naranjo Dulce asegura que se sintió muy satisfecho con la presencia del helicóptero y con todos los que llegaron a ayudar y a traer los recursos que tanta falta hacían, todavía sorprendido por aquel día en que las provisiones descendieron desde el cielo como un gesto imprescindible que la montaña agradeció con sonrisas.
Con información de Juan Carlos Carreras/Agencia Cubana de Noticias
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