El 17 de noviembre, Día Internacional del Estudiante no es una fecha cualquiera; es un eco que atraviesa el tiempo, un recordatorio que se convierte en memoria y promesa.
La conmemoración tiene sus raíces en una Europa devastada por la guerra, en 1939, cuando la resistencia estudiantil en Checoslovaquia fue brutalmente reprimida por las fuerzas nazis. Ese acto de valentía, y el posterior dolor, resonaron tan fuerte que, dos años después, la Unión Internacional de Estudiantes consagró esta jornada como un símbolo de solidaridad global.
En Cuba, sin embargo, esta histórica fecha se vive con una alegría contagiosa y un profundo sentido de pertenencia. Mientras en otras latitudes los estudiantes toman las calles para exigir derechos o condenar injerencias, aquí la jornada se transforma en una celebración de lo conquistado y en un examen colectivo del camino por andar. Para el estudiante cubano, este día simboliza la unidad que trasciende las aulas, encarnada en sus organizaciones.
Desde la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM) hasta la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), con su centenaria historia, la fecha es un impulso para continuar mejorando.
Su quehacer no se detiene: mantienen un diálogo permanente para fortalecer la vida académica, promover la investigación y enriquecer la extensión universitaria y la actividad sociocultural.
Es una fecha para renovar el compromiso con la excelencia, para planificar cómo ser más útiles a la sociedad y para recordar que su lucha actual se libra en el frente del conocimiento, la innovación y la defensa de la soberanía.
Además invita a reafirmar la identidad forjada con el ejemplo de figuras que moldearon la nación: desde Martí y Mella, fundador de la FEU, hasta Fidel y el Che, cuyos ejemplos constituyen faros que guían el quehacer cotidiano de las nuevas generaciones. Honrar su legado significa, hoy, emular su dedicación estudiando, creando y participando activamente en la mejora constante de su entorno.
La jornada, así, deviene en un puente entre el recuerdo de los que cayeron y la promesa de los que construyen. Un día donde el pasado y el futuro se dan la mano, y donde la historia estudiantil se escribe, una vez más, con tinta de esperanza.
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