Han transcurrido 20 años en los que la provincia de Holguín ha escrito, a fuerza de golpes meteorológicos, un manual práctico sobre vulnerabilidad y resiliencia. El análisis de este período revela una transformación profunda en la percepción del riesgo y en la implementación de medidas; sin embargo, aún queda un camino crítico por recorrer en la preservación de vidas y bienes materiales.
Experiencias: De Sandy a Irma
El pueblo holguinero tiene fechas marcadas con fuego. El huracán Sandy, en 2012, fue un punto de inflexión. Su trayectoria inusual, que azotó con furia el oriente del país, demostró que ningún territorio es inmune. Sus vientos catastróficos no solo derribaron árboles y líneas eléctricas, sino que acabaron con la complacencia. Aunque eventos anteriores como el huracán Ike (2008) habían ofrecido avisos serios, fue Sandy el que consolidó la conciencia del peligro.
Posteriormente, la sequía prolongada que afectó a la provincia durante varios años enseñó otra lección igualmente vital: los desastres no siempre llegan con viento y lluvia. La escasez de agua puso en jaque a la agricultura, la economía y la vida doméstica, dejando claro que la adaptación climática también depende de una gestión eficaz de los recursos.
Preservación: Una tarea institucional y ciudadana
El sistema de la Defensa Civil cubana es, sin duda, el pilar que ha salvado un número incalculable de vidas. Los mecanismos de alerta temprana, las evacuaciones masivas y organizadas, y la limpieza de azoteas y desagües se han convertido en protocolos casi perfectos ante la inminencia de un evento meteorológico. Esta es la gran fortaleza.
Sin embargo, es necesario realizar una valoración crítica. El eslabón más débil radica en la preservación de los bienes materiales y la preparación para eventos de menor escala pero alta recurrencia. La población debe internalizar, más allá de los momentos de crisis, medidas como:
1.-Refuerzo Estructural: No basta con proteger ventanas. La evaluación y el fortalecimiento de techos, especialmente los de fibrocemento y tejas, es crucial. La persistencia de construcciones de viviendas en zonas de riesgo, a pesar de las prohibiciones, sigue siendo un problema endémico.
2.-Plan Familiar de Riesgo: Cada familia debe tener identificadas sus rutas de evacuación, guardar los documentos importantes en bolsas impermeables y preparar una mochila con recursos básicos (agua, medicamentos, linterna, radio). La experiencia indica que estas precauciones, aunque puedan parecer propias de un manual de supervivencia, son indispensables.
3.-Cultura del Ahorro y Almacenamiento de Agua: La sequía enseñó que almacenar agua es tan vital como evacuar. La instalación de tanques y la práctica del uso racional deben ser permanentes, no solo ante la amenaza de un huracán. Mantener recipientes con agua potable en lugares protegidos es una de las formas más eficaces de garantizar este recurso, que se vuelve invaluable durante una emergencia.
La Topografía: Un Factor Determinante y Diverso
La geografía de Holguín no es uniforme, y esto multiplica los riesgos. Holguín (municipio cabecera): Su topografía relativamente llana en el área urbana central es traicionera. Calles inclinadas hacia el centro (como la popular calle Libertad) se convierten en ríos durante aguaceros intensos, mientras que las laderas de los altos de la ciudad son susceptibles a deslizamientos.
Gibara y Banes: Como municipios costeros, son la primera línea de defensa contra los ciclones, donde la penetración del mar y los vientos extremos constituyen la mayor amenaza.
Mayarí, Moa y Sagua de Tánamo: Su topografía montañosa y compleja conlleva riesgos de deslizamientos de tierra e inundaciones relámpago en ríos de caudal rápido. La deforestación en algunas áreas agrava sustancialmente este peligro. Para sus habitantes, conocer las rutas hacia terrenos elevados es una cuestión de vida o muerte.
Rafael Freyre y Antilla: Comparten la vulnerabilidad costera, con el añadido de su cercanía a la Bahía de Nipe.
Holguín ha aprendido a enfrentar la furia del clima. El éxito en la protección de vidas humanas es un logro indiscutible del sistema de Defensa Civil y de un pueblo que sigue las orientaciones.
No obstante, el siguiente escalón en la resiliencia requiere un salto cultural: pasar de la reacción a la prevención proactiva y constante.
Fortalecer las viviendas, planificar en familia, respetar la planificación urbana y entender la topografía local no son ya simples recomendaciones, sino inversiones esenciales en supervivencia y estabilidad.
La naturaleza ha hablado con claridad en estas dos décadas; a Holguín le corresponde seguir escuchando, aprendiendo y, sobre todo, actuando.
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