CDR, organización de masas en Cuba

CDR entre la herencia histórica y los desafíos del presente

La noche del 28 de septiembre de 1960 quedó marcada no solo por la voz de Fidel Castro, sino por la respuesta contundente de un pueblo. Casi un millón de personas, reunidas frente al antiguo Palacio Presidencial, escuchaban al líder histórico cuando varias explosiones intentaron quebrar la unidad. En aquel contexto surgió el sistema de vigilancia revolucionaria colectiva que daría origen a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).

Estas células, inicialmente concebidas para la protección, se convertirían con el tiempo en el tejido social fundamental para múltiples tareas comunitarias, que abarcan desde la recogida de materias primas y la promoción de donaciones de sangre hasta la siembra de árboles. Su ámbito de acción incluye además la formación ideológica mediante debates vecinales, actividades culturales y la transmisión de valores a las nuevas generaciones.

En los últimos años, los CDR han extendido su labor hacia nuevos frentes como los destacamentos «Mirando al Mar», donde voluntarios patrullan las costas cubanas en la lucha contra el narcotráfico, vigilando cualquier intento de entrada ilegal de estupefacientes. Esta misión se complementa con los barriodebates, espacios donde se analizan y enfrentan colectivamente las estrategias de penetración de las drogas, fortaleciendo así la conciencia ciudadana frente a este flagelo.

El verdadero espíritu de los comités se revela en el concepto de comunidad como familia extendida, donde prevalece el apoyo mutuo como práctica cotidiana. Los cederistas brindan asistencia a adultos mayores, apoyan a vecinos en situación de vulnerabilidad y crean redes de solidaridad que se activan inmediatamente cuando alguna familia enfrenta dificultades.

Esta tradición de ayuda convierte los barrios en espacios donde se materializa el principio revolucionario de que nadie se salva solo, confirmando que la comunidad constituye la gran familia cubana.

Sin embargo, la organización enfrenta actualmente desafíos que requieren reinventar su accionar. El envejecimiento poblacional, la migración juvenil y las complejas condiciones económicas impactan la participación activa en los barrios. Mantener la vitalidad de esta estructura, que depende esencialmente del pueblo, exige adaptarse a nuevas realidades sin perder su esencia comunitaria.

La necesidad de atraer a las nuevas generaciones, con diferentes expectativas y formas de comunicación, representa quizás el mayor reto para esta organización que agrupa a la inmensa mayoría de la población mayor de 14 años.

A pesar de los obstáculos, los CDR conservan su relevancia como espacio de cohesión social. Su estructura democrática, donde los dirigentes son elegidos por los vecinos, y su presencia capilar en todo el país les permiten seguir siendo un termómetro de la comunidad.

Como afirmó Fidel Castro en 1986, la historia de la Revolución no podría escribirse sin la historia de los CDR. Al cumplirse 65 años de su fundación, la organización busca equilibrar el peso de su legado histórico con la capacidad de renovación que exigen los nuevos tiempos, demostrando que la defensa de nuestro país comienza en el cuidado del barrio y sus habitantes.