Para muchos padres o encargados del cuidado y atención de quienes se encuentran en edad escolar, ante el inicio de un nuevo periodo lectivo la prioridad se centra en satisfacer las necesidades materiales, dígase uniformes, mochilas, zapatos y materiales escolares, a lo que se le suma el refuerzo de alimentación que desde los hogares se brinda para complementar la dieta diaria. Sin embargo, a menudo obvian un principio tan básico como la higiene escolar, cuestión que a fin de cuentas es la encargada de garantizar la salud de nuestros hijos en el lugar donde pasan la mayor parte de su tiempo cada semana.
Y no se trata de restarle importancia a estas prioridades, que sin dudas juegan un rol importante en el diario ir y venir en que se torna para las familias cubanas la travesía hogar-escuela. No obstante, no todos dan el lugar que merece la higiene escolar, la cual en el amplio sentido de la palabra acoge el principio de garantizar el bienestar tanto de educandos como de trabajadores, donde se incluye además evitar el contagio de enfermedades en centros educativos y el fomento de buenos hábitos higiénicos.
Tal vez la primera arista de este tema inicia por cómo una higiene adecuada ayuda a prevenir la propagación de enfermedades infecciosas, como resfriados, gripe, gastroenteritis y otras. Entre las más comunes sobresalen las infecciones respiratorias agudas (IRA), muy comunes a lo largo de casi todo el año, con un alza importante en los meses de intenso calor, propiciado por la prevalencia de altas temperaturas. Entonces, si casos aislados asisten a las escuelas con IRA pueden desencadenar grandes brotes que ponen en peligro la salud de un número mayor de personas.
Por otro lado, tampoco escapan las enfermedades de transmisión digestiva, entre ellas las diarreicas agudas ante alimentos llevados desde la casa y que al ser preparados en su mayoría el día anterior, pueden descomponerse de forma rápida. Lo ideal es prepararlos el propio día en que se van a consumir y utilizar aquellos más seguros, de acuerdo a su composición, además de las medidas pertinentes para una manipulación segura.
De igual manera, un ambiente escolar óptimo contribuye al bienestar físico y mental de los estudiantes y su claustro. Para ello se debe promover la higiene en los centros educativos y enseñar la importancia de mantener buenos hábitos de higiene personal, como lavarse las manos con frecuencia y mantener una correcta limpieza personal y colectiva. De esta manera se les inculcan valores que se encuentran en crisis en la sociedad actual como la responsabilidad y cuidado hacia el entorno, además se promueve una cultura de respeto y colaboración mutua. Un entorno limpio reduce el riesgo de contagios en el ámbito académico y estudiantil.
De manera que la higiene escolar no solo es crucial para la salud física de los estudiantes, sino que también impacta en su rendimiento académico, bienestar emocional y desarrollo social. Por lo tanto, para que el nuevo periodo lectivo, iniciado este primero de septiembre en las diferentes enseñanzas en Holguín y Cuba, sea exitoso como lo esperan las familias, desde el punto de vista sanitario y para que no ocurran incidentes lamentables para la salud, todas las instancias implicadas en este asunto deben trabajar de manera coordinada.
La salud escolar no debe ser una simple frase que adorne el mural de un aula, se debe poner en práctica cada día, solo posible si como familias y sociedad pensamos más en la higiene y menos en lo material. Crear entornos saludables debe ser una premisa que acompañe las ansias de nuestros hijos por aprender.
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