calle Maceo, ciudad de Holguín
Calle Maceo en el centro histórico de la ciudad de Holguín. Foto: Archivo

Holguín, ciudad entre dos ríos ( + Videos)

Todos cuando pasamos por el lado de un lago, un río o un mar nos detenemos a contemplarlo, aunque estos no sean tan grandes como los afluentes de otros país, en Holguín tenemos dos que tienen fama e historia, aunque sus causes no sean tan grande como el del Río de La Plata o el Amazonas. Vale hacer un poco de historia.

García Holguín, primer colonizador que se asentó en la zona, en las primeras décadas del siglo XVI, situó el centro de su hato entre los ríos, denominados por los conquistadores españoles, Fernando e Isabel, que con el tiempo, los criollos nombraron Jigüe y Marañón. En el mismo sitio nació el poblado de Holguín, entre 1719 y 1720, el cual, obtuvo la condición de ciudad y centro de una extensa jurisdicción en 1752.

La ciudad ha estado siempre muy unida a sus ríos. En 1756, el obispo de Cuba, Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, cuando visita la villa, dice que la misma se encuentra situada entre los ríos Jigüe y Marañón, de aguas cristalinas y saludables. Hasta principios del siglo XX, los holguineros refrescaron la calor en las frescas aguas de los entonces profundos charcos de sus ríos.

El río Jigüe nace en las estribaciones suroccidentales de la Loma de la Cruz, atraviesa el reparto Salida de San Andrés, penetra en el Centro de la Ciudad, para unirse en el reparto Pueblo Nuevo con su hermano Marañón. Recibe su nombre de un ser mitológico, llamado Jigüe, que según la tradición popular, habitaba sus aguas. Este trasgo es conocido en el Occidente de la nación antillana como Güije. Ambos vocablos son de origen aruaco, lo que indica la procedencia indígena de dicho ente mitológico. En sus orígenes debió ser uno de los espíritus con que la chamánica cosmovisión de los taínos poblaban su mundo. Desaparecido el indígena al ser absorbida su cultura por el emergente criollismo, el Jigüe es transculturizado en negro.

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El Jigüe es representado como un negro enano, con un gran pene, que vivía desnudo en los charcos del río. En la época colonial el Jigüe, lanza en ristre, asustó a más de una cándida doncella, que iba con su bulto de ropas a lavar en las lajas del río. Los hombres lo persiguieron, pero nunca lograron darle caza. Solo la contaminación imperante logró acabar con el Jigüe.

El río Marañón nace en las laderas surororientales de la Loma de  la Cruz, cruza los barrios de Alcides Pino, Vista Alegre, el Centro de la Ciudad, Peralta, hasta Pueblo Nuevo, donde se une con su hermano el Jigüe. Su nombre le fue dado, por las plantas de marañón, que posiblemente fueran numerosas en sus riberas.

En los siglos XVIII y XIX sus riveras constituían  la parte más fértil del valle de Holguín y allí se fundaron trapiches, y sitios de labor. Sus tierras brindaban gran parte del sustento de la pequeña población holguinera. Según datos históricos tomados de la obra de Herminio Leyva, sobre su cauce se construyó una  presa que aportó el agua al primer acueducto holguinero.

Hoy el río, o mejor dicho, sobre todo en tiempo de seca, el arroyuelo, es simplemente una cloaca al ser utilizada como desagüe de aguas negras por los habitantes de sus riberas, pero la tradición popular aún conserva vívida la época en que el río mantenía toda su vitalidad, allá por los años 30 del siglo XX, con profundos charcos naturales, agua cristalina, sin ninguna contaminación, donde los muchachos y otros no tan jóvenes tenían lugares propicios para quitarse el calor; también se dice que algunos chinos cultivaban sus hortalizas junto al río.

Los ríos son insignias de nuestra ciudad, ellos la han acompañado desde siempre, su muerte, es la muerte de una parte importante de nuestra tradición, de nuestro entorno, que ningún holguinero debe permitir.

José Miguel Ávila Pérez
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