La noticia del fallecimiento de tres adolescentes entre 13 y 14 años por una descarga eléctrica en Manicaragua, Villa Clara, subraya la alarmante realidad de los peligros asociados a las tormentas eléctricas en Cuba.
Este lamentable suceso, que también dejó a una menor herida, no es un caso aislado; refleja una problemática recurrente en el país, donde las descargas eléctricas son la principal causa de muerte por fenómenos naturales.
En un contexto donde el clima puede cambiar drásticamente en cuestión de minutos por el intenso calor, es vital que la población tome conciencia de los riesgos que implican las tormentas eléctricas.
Los sucesos de la tarde de este domingo en el centro del país traen a la memoria otro hecho reciente, pues en junio otro trágico incidente de este tipo en Bauta, municipio de la provincia de Artemisa, cobró la vida de dos adolescentes que jugaban al aire libre.
Estos eventos ponen de manifiesto la necesidad urgente de adoptar medidas preventivas y de educación sobre la seguridad durante tormentas eléctricas. La responsabilidad recae no solo en los jóvenes, sino también en sus familias y comunidades.
Los alcances por rayos son muy frecuentes en Cuba en esta época del año, donde se reportaron alrededor de 1.742 personas fallecidas entre 1987 y 2017 por descargas eléctricas. Cifras que crecen si agregamos los datos de los últimos años.
De acuerdo con una publicación el diario Granma, la Mayor de las Antillas registra un promedio anual de más de 50 víctimas fatales por esta causa, cifra muy superior a la dejada por huracanes, tornados, y eventos de lluvias intensas.
Asimismo, la publicación destaca que por provincias, el número más alto para las tres décadas analizadas se registró en Granma, Holguín, Camagüey y Santiago de Cuba. Siendo en Occidente y Centro su momento más activo alrededor del mes de agosto, mientras en la zona oriental sucede en junio y septiembre.
Estos preocupantes datos, que se traducen en pérdidas de vidas humanas, es un llamado a la acción ante un fenómeno completamente prevenible.
Es crucial entonces que se implementen campañas informativas más eficaces que eduquen a la población sobre cómo actuar ante la inminencia de una tormenta. Buscar refugio en lugares cerrados y evitar áreas abiertas son medidas simples que pueden salvar vidas.
Además de los riesgos para la vida humana, las descargas eléctricas también tienen consecuencias devastadoras para la infraestructura del país. Afectan comunicaciones, redes eléctricas y pueden provocar incendios forestales, entre otros problemas. Por lo tanto, es fundamental que tanto autoridades como ciudadanos trabajen juntos para crear un entorno más seguro.
La naturaleza puede ser impredecible y peligrosa, pero con una adecuada preparación y conciencia, es posible mitigar sus efectos.
Tristes eventos como este deben ser un recordatorio constante de que la prevención es clave para proteger a nuestras comunidades, especialmente a nuestros jóvenes.
La vida es frágil y cada medida cuenta.
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