El bisabuelo que estoy conociendo

El árbol genealógico es algo que nunca pensé hacer, pero en los actuales tiempos y motivado por buscar los antepasados de mis raíces familiares me he encontrado que soy un bisnieto de un español, algo que sabía pero no tenía mucha información sobre su historia.

Recuerdo a mi abuelo materno con mucho cariño porque fue el primero de mi familia que me llevó, por primera vez, a un cine del pueblo de Delicias para ver el filme estadounidense King Kong, y me contaba historias de sus antepasados españoles que eran blancos, rubios y de ojos azules.

Los ojos azules y la belleza masculina de mi abuelo Eliseo lo hicieron un hombre muy atractivo para las mujeres a las cuales amó, aunque se casó una sola vez y fue con mi abuela Isabel, cuyo vientre le dio 11 hijos del linaje de los Pérez Velázquez.

Cada hijo de mis abuelos maternos procreó, entre todos, 25 descendientes lo cual amplió el clan más numeroso de mi entorno familiar, pero para mi sorpresa empezaron a llegar primos rubios de ojos azules, lo cual jocosamente empecé a llamar “los arios” del árbol genealógico.

Yo les comentaba a mis amigos y conocidos que esos rubios son mi familia aria, a pesar de mi piel trigueña, herencia de mi línea paterna y la consecuencia de vivir bajo un Sol tan fuerte como el del trópico, que quema la piel si la dejas descubierta y si adoras el mar, que siempre queda cerca por ser Cuba un archipiélago.

Las historias de mi bisabuelo me la están contando los archivos de la iglesia de Gibara, de los Obispados de Tenerife y el Archivo Nacional de Cuba, además del Ministerio de Justicia y las oficinas de Inmigración y Extranjería que me ofrecieron datos sobre cómo mi antepasado español nunca renunció a su ciudanía española, aun cuando decidió seguir viviendo en esta tierra, luego de dejar de ser colonia del Reino de España.

El bisabuelo Saturnino Víctor era alto, blanco, y rubio y de ojos azules y entró por el puerto de La Habana y se estableció en Gibara donde contrajo matrimonio en la Iglesia de Gibara, y su historia bien podía ser contada por una escritora como Isabel Allende porque en mi familia está presente ese realismo mágico creado por el escritor Gabriel García Márquez.

Rafael Alonso, un querido amigo periodista español, siempre me dijo que yo era Pérez de Canarias y Ávila de la Península, pero nunca le di tanta importancia a esta relación histórica de mis apellidos con el Reino de España, una nación que siempre he admirado por dejarnos una cultura y un idioma que son universales.

Confieso que he viajado, aunque no tanto como quisiera, pero mi gran sueño siempre ha sido conocer España, porque conozco tanto de su historia como la de mi país.

El bisabuelo que estoy conociendo 0Con España los cubanos siempre hemos sentido una admiración y todos conocemos y disfrutamos de la música del melodioso Julio Iglesias, de Lola Flores junto a su famoso clan, de Raphael, de Massiel, Nino Bravo, Camilo Sesto, Joaquín Sabina, Víctor Manuel, Ana Belén, José Carreras, Isabel Pantoja y los actuales Enrique Iglesias, Alejandro Sanz, Pablo Alborán, David Bisbal, Rosalía, entre otros grandes de su historia musical.

También disfrutamos de sus grandes escritores como Miguel de Cervantes y su ingenioso Don Quijote, de la poesía de Federico García Lorca, de los textos hermosos de Benito Pérez Galdós, de Lope de Vega, de Miguel Unamuno.

De la cultura gastronómica española heredamos los deliciosos potajes de frijoles negros calientes, algo impensado para un país tropical, pero los devoramos con gusto por el delicioso sabor que nos dejan el ajo, la cebolla, el pimiento verde, el orégano, el laurel, el comino, la sal, el cilantro, la pimienta negra, el jugo de limón y los chorizos, el tocino, el chicharón de cerdo que le dan el toque exquisito al paladar, junto con la malanga como vianda.

La historia de mi bisabuelo es hermosa y dolorosa porque vino buscando un mejor horizonte económico, pues España, como imperio colonial en declive, estaba empobreciendo en las zonas rurales por el desgaste provocado por mantener los vastos dominios que tenía en América, el Norte de África, el Sudeste de Asia y en el Pacífico Occidental.

Mi bisabuelo firmó el Tratado de París el 10 de diciembre de 1898, cuando dio por finalizada la Guerra Hispano-Estadounidense y por él cual España abandonó sus últimos dominios coloniales sobre Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Cuba declaró su independencia en 1902 pero se mantuvo bajo la influencia dominante estadounidense por medio de la Enmienda Platt.

Estoy orgulloso de mis antepasados españoles, aunque no heredé el pelo rubio ni los ojos azules, pero si la calvicie de mi bisabuelo y abuelo ibéricos, pero así es la lotería de la genética que te regala lo mejor y también lo peor, pero nunca olvidaré que ese antepasado de mi árbol genealógico fue el origen de mi hermosa y diversa familia hispana-cubana con la cual he compartido la alegría, el amor, la tristeza, el dolor, y la añoranza por visitar la tierra de mi origen español y sea la motivación, como periodista, para escribir la novela de aquel joven que desafío el mar y llegó a esta tierra, considerada por Cristóbal Colón como la más hermosa que ojos humanos vieran.

José Miguel Ávila Pérez
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