Ernesto Che Guevra y Antonio Maceo

Che y Maceo, dos titanes y una misma luz

El calendario marca junio, y en sus días se entrelazan los nacimientos de dos gigantes. El 14, en 1928, en Rosario, Argentina, llegaba al mundo Ernesto Che Guevara de la Serna. El mismo día, pero en 1845, en Santiago de Cuba, nacía Antonio Maceo Grajales.

Separados por casi un siglo, ambos hombres escribieron, desde geografías y contextos distintos, una misma página de lucha y resistencia. Al cumplirse 97 años del Che y 180 del Titán de Bronce, sus figuras se alzan como faros inextinguibles para Cuba y para todos los que creen en la justicia.

El Che, el médico que dejó el estetoscopio por el fusil, el guerrillero que convirtió la revolución en un verbo universal. Su vida fue un viaje sin retorno hacia el compromiso. Desde las barriadas de Buenos Aires hasta las montañas del Escambray y la gesta del Granma, su convicción no conocía fronteras.

Antonio Maceo, forjado en el calor de las guerras independentistas. Su piel morena, su estatura imponente y su coraje legendario lo convirtieron en símbolo de la dignidad cubana.

En la Protesta de Baraguá, cuando rechazó un pacto sin libertad, talló para siempre su nombre en la historia. «Quien intente apropiarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha», advirtió, y sus palabras aún resuenan como un eco de soberanía.

Dos hombres, dos épocas, un mismo espíritu. El Che, internacionalista, soñó con un mundo sin opresores. Maceo, patriota hasta la médula, luchó por una Cuba libre. Ambos entendieron que la libertad no se mendiga, se conquista y ese legado es eterno.

Recordarlos en esta fecha, no es solo un ejercicio de memoria, sino un llamado. Porque Maceo y el Che no son reliquias del pasado, sino brújulas para el futuro, con la convicción de que la lucha continúa, y la esperanza, como sus ideales, no tiene fecha de caducidad.

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