Es hermosa la vida de Iraldo Leyva porque ha sido intensa. En ella se hace grande lo pequeño y divino lo hermoso, es así como nos damos cuenta que está llena de esperanzas y que la hemos alimentado de esas pequeñas cosas que poco a poco la convierten en algo eterno y grandioso.
Y fue así la vida de este hombre humilde, que un día vio la luz en su Cejita querida, en aquel hogar que lo abrazó por tantos y tantos años y lo hizo convertirse en un hombre cabal, el mismo que como un rayo de luz salió un día de aquel entrañable lugar sin mirar atrás, pero dejando en él hermosos recuerdos de quien vuelve una y otra vez porque ha dejado allí un pedazo de su alma.
Como olvidar en un momento doloroso como este a los que le acompañaron. A Calixto y Lila, quienes con garras y con mucho corazón supieron formarlo, educarlo y conducirlo por caminos certeros, imposible olvidar a quienes con respeto y amor, y sin pedir nada a cambio, compartieron su pan para multiplicar alegrías.
Es hermosa la vida cuando es intensa, cuando estás rodeado de gente que te respeta, y admira, cuando esas personas se hacen imprescindibles y se convierten en un buen motivo para ser feliz. Es la familia la parte más sagrada, su entrañable Gladis Julia siempre en su corazón de hijo noble. Es su querida Lilita, quien aún crecida siguió siendo la niña de sus ojos, hermosa, madura y feliz con su pequeño Mateo.
Sagrada sea la familia que siempre nos guarda, esa que en momentos duros siempre está ahí, para acompañarnos y ponernos su hombro, porque saben que de ella depende nuestra felicidad.
Hermoso es su andar por la vida de la mano de quien fue para él su sol y su luz, su amada Antonia, la mujer que día a día acompañó sus sueños y compartió los momentos buenos y difíciles que le deparó el destino; ella y Luis Carlos, el hijo varón que siempre quiso dejaron una estela de afecto, cariño y amor al que nunca le será permitido renunciar.
Pero la vida de Iraldo no es completa sin amigos, esos que siempre te ayudan y te acompañan, esos que son indispensables porque calan en lo más profundo del corazón, y porque encuentras en ellos el lado bueno y limpio donde puedes descansar.
Milton, Cuba, Bismarcito, José Luis, Donald, Lázaro, Ramón Acosta, Félix, y tantos y tantos otros que cabalgaron sin miedo ni excesos, solo los que empujaba el alma, unos te llamaron amigo, otros hermano, otros maestro, porque así te apreciaron y te vieron siempre como el entrañable amigo, hermano y maestro que deja su impronta en sus mejores lecciones.
Es hermosa la vida, la vida y el tiempo, ese que no se detiene y nos marca para siempre, ese que nos hace recordar a quien un día la musa le llegó por uno de los más nobles motivos, inspiración que le ayudó a descubrir el don divino de hacer arte.
Es hermosa la vida de quien aun siendo grande, caminó siempre con serenidad y confianza, ese que sin saber se convirtió en un manojo de elogios y jamás se envaneció con palabras y homenajes, ese que siempre caminó con la cabeza erguida, el pecho repleto de esperanzas, y cargado de sueños que le permitieron con humildad seguir irradiando luz.
Esa es la hermosa vida de nuestro querido compañero Iraldo Leyva Castro. A quienes muchos con orgullo le llamamos amigo, hermano. Ese que no despedimos hoy con lágrimas porque se queda en nuestro recuerdo y en nuestros corazones. Hoy nos dejas tus canciones, tu ejemplo y tus ganas de vivir porque sabemos que tenías mucha vida por delante, y luchaste sin cansancio hasta el último aliento.
Sirva este homenaje para este guerrero de mil batallas para enaltecer tus valores, esos que te hicieron grande y te distinguieron entre los buenos. Sirvan estas letras para que siempre te acompañe el abrazo de quienes te admiramos y te agradecemos por existir. Luz eterna y paz para ti querido Iraldo.
Con información de Roxana Hechavarría Torres/Radio Juvenil
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