Mona Lisa, la historia de una hermosa canción (+ Video)

Durante generaciones se han manejado varias hipótesis en torno a la verdadera personalidad de la mujer inmortalizada por el pintor italiano Leonardo da Vinci en la famosa pintura, conocida mundialmente como La Gioconda, que actualmente se exhibe en el museo del Louvre, en París.

Dado que los alumnos del gran maestro realizaron variadas versiones del célebre cuadro, en los que aparecía desnuda, se generalizó la idea que se trababa de una cortesana. Al parecer, Mona Lisa, nacida en 1479, fue hija del fabricante de lanas de la ciudad de Florencia, Antonio Gherardini. Después de morir su padre, ella entró en contacto con la familia de los Médicis, y se comprometió con Giulano, hijo menor del famoso Lorenzo de Médicis, llamado también El Magnífico.

Casada en primeras nupcias con el hijo de aquel gobernante de la entonces República de Florencia, se produjo la invasión de Carlos VIII, de Francia y los Médicis huyeron.

Mona Lisa, que esperaba un hijo, se vio obligada por las circunstancias a contraer segundas nupcias con el viudo Francesco Giocondo, de quien recibiría el apoyo por el cual la conocemos hoy.

Cuando en 1503 da Vinci la retrata por encargo de un supuesto primo de Giuliano de Médicis, la Gioconda solo contaba con 24 años de edad. La realización del cuadro se demoró años, y la entrega del lienzo mucho más. Se cree firmemente que, entre otras razones, por el extraordinario parecido de La Gioconda con la madre de Leonardo.

La Mona Lisa, que inmortalizaría de Vinci, fue la hija de Antonio Gherardini, devenida Gioconda, por segundas nupcias, falleció en 1516, a los 37 años de edad, pero su sonrisa enigmática sigue inspirando a poetas y músicos. Y entre esos creadores se encuentra el fallecido periodista y músico holguinero Mérido Gutiérrez, compositor de la canción Mona Lisa, que diera a conocer internacionalmente el famoso cantante negro norteamericano Nat King Cole.

Una vida, una canción

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El músico y periodista holguinero fue el verdadero compositor de la canción «Mona Lisa». Foto: Ecured/Archivo

La historia comenzó el 18 de agosto de 1917, a las diez de la mañana, la comadrona anunció que el octavo hijo de Florinda Rippe y Miguel Gutiérrez era varón, hubo alegría en la casa de la abuela en la calle Maceo, esquina Ángel Guerra, en la ciudad de Holguín…El nombre del nuevo miembro del clan sería: Mérido Gutiérrez.

La primeva vez que oyó cantar a alguien fue a su mamá para dormir a los hijos. Después en una pianola escuchó música, pero más se impresionó cuando en una vitrola se deleitó con las interpretaciones del famoso trío cubano Matamoros.

Luego vino uno de los regalos más apreciados por Mérido. Cuando trabajaba en el almacén de su tío Manolo, como aprendiz, su primo Manuel Rippe, que por entonces estudiaba Medicina, le obsequió una guitarra valenciana. Ese momento fue un despertar y más tarde fue decisivo en su carrera artística.

Guillermo Sánchez fue el primero en enseñarle algunos acordes, que le permitieron cantar y tocar la guitarra en serenatas y hacer la primera composición de su vida titulada Te quiero, tema que dedicó al primer amor de su vida.

Transcurría la década de los 30 del pasado siglo XX y la orquesta Hermanos Avilés no tenía iguales. Asombrado por su enorme musicalidad, Mérido comenzó a escucharla para desentrañar el misterio musical de aquellos instrumentos que en el futuro tocaría, pero como era pobre eliminó de sus planes aquella quimera. Sin embargo, explotó las posibilidades de su garganta al imitar primero el saxofón, luego la trompeta, la guitarra hawaiana y el violín. El primer músico que escuchó sus imitaciones fue Enrique Avilés, quien hizo dos veces la introducción para que Mérido entrara en una de las presentaciones, pero se quedó mudo. Entre los compases de Coctel for two pudo comenzar y concluyó Gutiérrez con el tema Luna azul, ambas canciones fueron muy populares en las actuaciones de la Avilés en aquellos años.

Fue tanta la acogida del público y la crítica periodística que esa noche no pudo conciliar el sueño ante su primer rotundo éxito. Nacía un artista múltiple. Después de actuar en diferentes escenarios fue contratado en 1935 por la patrocinadora del condimento Bijol por dos pesos cubanos diarios para tocar la guitarra y hace imitaciones en un auto que recorría la ciudad para promocionar el conocido colorante de arroz.

La Orquesta Hermanos Avilés lo llevó con todos los gastos pagados, pero sin dejarle un salario. Solo tendría el privilegio de acompañarlos por las ciudades cubanas en sus giras por el todo el archipiélago y actuar junto a ellos en las sociedades y clubs. Así extendió su popularidad a Camagüey y Ciego de Ávila. Antes de llegar a estas grandes urbes, Mérido solo había visitado en solitario los pueblos de Gibara, Puerto Padre y Chaparra y la ciudad de Las Tunas, donde cantó en los cines una vez terminada la primera película.

Los años en La Habana

Mérido decidió irse para La Habana y participar en el concurso de la Corte Suprema del Arte, el famoso programa de la emisora CMQ para los aficionados al arte. Cada noche pagaban 50 pesos al ganador. Gutiérrez se presentó entre 20 aspirantes y finalizó junto con la mezzosoprano Alba Marina con quien dividió los 50 pesos del premio. También lo premiaron con una semana en la CMQ por siete pesos y una botella de aceite Barcal, firma que financió los siete días del músico y cantante en la reconocida emisora.

Entre los número que poseía en su repertorio de imitaciones se encontraba Siboney, Aquellos ojo, Cielito lindo, Tipitipitin y otras muchas guarachas, junto al guitarrista Rafael Reynaldo, en horario de almuerzo y cena. También se presentó en el hotel Sevilla y el cabaret La Campana, hasta que nació el trío “Los Criollitos”, integrado por Urbano Monterrey y Escalante.

Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial el turismo hacia Cuba decayó. Mérido y su trío comenzó a recalar en sitios de menos nivel. Luego trabajaría  en el restaurante  El Chico, donde acompañó a Rita Montaner en las canciones Siboney y El Manisero. El lugar era visitado por Ernesto Lecuona, Sindo Garay y Pedro Vargas. En otra temporada tocaron en el Hotel Nacional, donde difundieron música mejicana sin derecho a propina  ni comida en la cafetería con un salario de 120 pesos para los tres.

Luego volvió a “El Chico”, convertido en un restaurante de segunda categoría y más tarde fue invitado al Bodegón de Ramón, un español gordo era el dueño. Allí conoció al viejo Manuel Corona, quien con algo de voz cantó el tema Yo tuve un sueño feliz.

Con la llegada de los traganíqueles estadounidenses a Cuba en 1939 los tríos que deleitaban a los comensales  en los más afamados restaurantes de La Habana entraron en crisis. Aquellos artefactos traían 50 discos con las mejores grabaciones de orquestas de conjuntos cubanos y extranjeros que por solo cinco centavos se podían escuchar. No pudo continuar viviendo de la música. Tenía entonces 21 años y enormes deseos de vivir, lleno de aspiraciones.

Gracias a un hermano médico se hizo técnico en laboratorio clínico. Volvió a su Holguín natal casado con Caridad Marroquín, pero aquí tampoco le fue vienen su nuevo oficio y decidió embarcar para Nueva York, donde no le aceptaron como laboratorista y fue a parar a la agencia de empleo. Tuvo que pagar 10 dólares para conseguir un empleo de lavaplatos.

En la ciudad de los rascacielos cada día se levantaba a las seis y media de la mañana. El hotel Empire, donde trabajaba por 25 dólares a la semana como lavaplatos, le quedaba a 10 cuadras.

Mona Lisa, la historia de una hermosa canción (+ Video) 1La gris neblina cubría Nueva York y el frío le congelaba la nariz y las orejas. Desde hacía dos años cumplía el itinerario en menos de media hora. Dos pisos  bajo tierra del famoso hotel encontró a José del Toro, quien fue su mejor profesor de lavaplatos. Era un holguinero que llevaba 20 años en la ciudad de los rascacielos, le enseñó el vocabulario de la cocina y lo condujo más tarde a la escuela, donde los emigrantes aprendían inglés.

Aquel día, cuando la nevada lo sorprendió camino hacia el Empire, descubrió un refugio más cercano. Entró de súbito y allí, como si lo estuviera esperando, dos bellos ojos se cruzaron con su mirada asustada. Quedó perplejo ante tanta belleza eternizada bajo el nombre de Mona Lisa, que por esos días se exponía en la Babel de Hierro. Mérido había entrado a una galería llena de personas, que como él, admiraban tanta hermosura venida desde Francia. Durante un rato miró la pintura, como queriendo descubrir la belleza del famoso cuadro de Leonardo da Vinci.

Allí mismo comenzó a tararear Mona Lisa, Mona Lisa…..”No lo pensó dos veces, apenas salió del importante recinto, todavía impresionado y fascinado por la pieza del pintor italiano realizada en el siglo XVI, se fue a buscar su Mona Lisa y la encontró en el segundo piso de su apartamento, desde donde, sin dejar de observar la belleza del gran río Hudson que circunda a Nueva York, comenzó estrofa a estrofa, a componer aquella canción que más tarde daría la vuelta al mundo.

Vendrían los años de laborar en distintos empleos. Luego de ser despedido del Empire se fue a trabajar al hotel Waldort-Astoria. Corrían los años 50 del siglo XX y ya habían nacido sus hijos Franklin y las mellizas Madeline y Carolina. Fundaría el trío América y su canción No, corazón vendió más de 20 mil discos.

Con el trío América acompañó a los cantantes Hugo del Carril, Chucho Martínez Gil, Pedro Vargas, a los tríos Los Panchos y Matamoros y la famosa actriz e intérprete argentina Libertad Lamarque.

En uno de los momentos de mayor crisis económica a Mérido no le quedó más remedio que buscar en todos los rincones del apartamento para ver que vendía. Dese modo se deshizo de varias letras de sus canciones. Se fue a una de esas firmas discográficas y salió de allí con unos cuantos dólares en los bolsillos para aliviar el mal momento por el cual pasaba.

Jamás imaginó que su Mona Lisa alcanzara tanta popularidad mundial. Casi no lo quería creer, en un principio. El tema Mona Lisa obtuvo Disco de Oro por la interpretación de Nat King Cole, como placa sencilla, al lograr un millón de copias vendidas en1949. Fue grabado por el sello discográfico Capitol de Estados Unidos de América. Su acompañamiento musical fue por la orquesta de Nelson Ridle, extraordinario músico y antiguo miembro de la famosa orquesta de Glen Miller. Las firmas autorales de la pieza están avaladas por los prestigiosos compositores Jay Livingston y Ray Evans.

El hecho de convertir Mona Lisa en disco de oro hubiera sido suficiente para llegar, en esa época, a vivir en la mayor holgura económica, porque en aquel tiempo ese premio era como alcanzar la cima del mundo musical internacional.

El cinco de mayo de 1992 Mérido Gutiérrez partió para encontrarse con la eternidad de la Mona Lisa. Su tararear puede que alguien lo escuche en los estudios de grabación de la emisora Radio Angulo, donde se desempeñó como periodista en sus últimos años de labor.

Algunos quizás lo recuerden por su hermosa historia sobre la famosa canción, pero muchos lo rememoran todavía porque su personalidad y creaciones siempre están presentes en nuestra vida, más allá del recuerdo de este gran talento de la cultura cubana y universal.

José Miguel Ávila Pérez
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