Carta a la madre

Día de las madres, Cuba, Holguín, Carta a la madre,En medio de la vorágine de festivales, trabajos acumulados, textos y más textos que aún no se han escrito, ciudadelas de imágenes sin editar, llegan las horas inesperadas, los puntos de venta callejeros, los felicidades mamá al por mayor.

De pronto son dos meses, sesenta y un días, contabilizadas por la perífrasis del tiempo. Ya hemos dejado de cumplir años con un solo dígito y al dos se le aparece un cero y a los kilómetros que nos separan le están creciendo los ceros igual.

Ella podría pensar que el tiempo es un espejo roto donde nos miramos las caras y que lo que pasa es que la olvidé y ya, que solo en momentos de apuros la busco, como cuando rezamos un Ave María con la gran hipocresía de la ayuda divina en medio de la crisis. Ella puede pensar que odio las llamadas diarias y el, ¿cómo sigues del ojo?, y el, ¿cuándo vienes? Ella puede pensar que odio ese lugar donde vive, pero en realidad amo el lugar que ella es.

Entonces, no es que no la quiera es que se me convierte en heraldos cada noche, en vallejos negros que cuidan mi sueño, por eso no tengo pesadillas, excepto hoy. Hoy me he levantado con la angustia de no tenerla, de no poder oler su perfume en la almohada, de que no me cocine, de que no me prepare el chocolate matutino y yo me lo beba casi dormida. Hoy me desperté con las lágrimas saliéndome de las entrañas y la comunión de sentimientos se me hacía más honda, y se me quebraba la voz y no pude decirle un hasta más tarde, yo te llamo.

Si dos meses se convirtieran en doce años y regreso ungida por la miel de los elegidos, después de muchos metrajes rodados, de palabras controversiales, de escándalos fugaces, de manifestaciones de fe política, no quiero –madre– que como aquella mujer que contaba Benedetti, sigas esperando en la ventana, mirando hacia la avenida, con un bastón sobre tu pecho.

Y tendría que ver desde qué país entonces te gustaría mirar y desde qué ventana te gustaría besar la vida mientras pasa y cuántas migajas de pan harían falta para alimentar las palomas de tu alma. Y tendría que probarte que tú, madre-padre, eres una vez en la infinitud del universo, eres mi vez atada con cordones umbilicales y placenta y sangre de tu vientre.

Y habrá que ver cuántas lunas te juntas por amor, y a cuántos astros amamantas y a cuántos madrigales te le escaparás para no ser su musa, porque tú, madre, llena de lidias, de maritzas, de ancestros, te le escapaste al concepto y formaste la belleza de lo intangible, porque te molestas con ternura y amas con una furia incendiaria, porque eres y solamente eres cuando todos dejaron de ser.

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Yeema Martínez Yee
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