De la plaza hablan en todos lados. Desde la piquera hasta la cola del banco, desde los corredores del parque hasta en la sala iluminada de una gran conferencia. Fue hace unos días. Coincidió con la visita de una funcionaria de la cultura a la ciudad de Holguín. Yo pasaba por la calle que quedaba entre dos parques cuando escuché: «Mira que dijeron cosas cuando hicieron la plaza, pero parece que fuimos nosotros los que entendimos mal».
Al rato, se ponía de pie un dramaturgo en una sala. Le escuchaban todos. Él dijo: nos prometieron que la Plaza de la Marqueta sería para los artistas. ¿Y lo es ahora? ¿Es la plaza de los artistas?
La funcionaria le contestó que aquello lo había escuchado antes. Que el dramaturgo no era ni el primero ni el último artista que hablaba sobre la Plaza. Ni el primero en contarle que de aquello habían prometido demasiado al arte. Que no era el último que le diría como poco a poco habían sacado a los artistas: primero, porque no había plaza para los actores. Después porque no quedó espacio para bailarines. Ni estante para artesanos. Ni paredes para exposiciones. Pero no porque se hubiera encogido, o de pronto se agotaran las tarimas, o los telones, o los pinceles. Parece, más bien, que lo que se agotó fue la Plaza.

La Plaza de la Marqueta, ¿la conoces? Si entras a Google y lo escribes, aparece una fotografía tomada desde lo alto de la Casa Marco y luce así, déjame contártelo: esa fachada brillante, magníficamente colonial, sin sombrillas de marcas de cigarros americanas ni callejones llenos de bancos de celofán rojo, agrupados uno encima de otro; ni techos hechos de bombillos de tiendas de moda rápida, ni mesas separadas por cadenas plateadas para diferenciar entre bares, sobre lo que alguna vez fue antiguo. No hay ni sacos de basuras al doblar la esquina —donde ya la foto no llega a capturar—, ni tiendas de arte ocupadas con estantes de cervezas o huecos por donde tantos pasan que podrían cubrirlos a gotas de Dior.
Culpemos a Google, que nos muestra una foto de lo que fue la plaza antes. Una foto desactualizada, perfectamente estética, auténtica, que nos despierta el ansía de sentarnos a tomar el aire en la Plaza de la Marqueta. De buscar en el pizarrón del corredor, para ver cuál es la programación cultural del fin de semana. Ahí sí, ponme el techo de luces y lléname el callejón de bancos: quiero ver una banda indie del Conservatorio de Música dar su primer concierto. Sí, véndeme el vino caro, quiero disfrutarlo mientras camino por el nuevo estante que inauguraron por las Romerías, para ver eso de los cuadros, aquello que me contaste sobre las dimensiones y colores. Y báilame frente al mercado, pon tu tarima y recítame esas líneas de Lorca. Estaré ahí, o lo estuve en algún momento.
Ya no sé bien. ¿Será que me quedé estancada en el tiempo, o que permanezco aún en aquello que me prometieron sobre la Plaza?
Con información de María Karla Lam González
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