Fotografía
Fotografía de Wency Rosales Rojas al manicero Eleuterio Estrada Valdez (alias Ubi)

«Huellas»: ¿sobrevaloración fotográfica?

Desde sus raíces, la fotografía ha surgido como un compuesto de palabras latinas que hacen alusión a la misticidad propia de otras convenciones y conceptos artísticos, pero desde una posición diferente donde el fotógrafo resulta ese dibujante o grabador por medio de la luz, alguien que escribe, reescribe el mundo y su historia con luces y sombras.

Incansables investigadores la han definido y subdividido en diferentes especialidades que nos permite saber, con causalidad el interés, la línea discursiva y la imaginería social a la cual se atiene el tema de la misma, siendo la fotografía documental una de ellas y dentro de la cual referenciamos, con un toque artístico la realidad del día a día, la constancia de un hecho veraz, la exaltación y repudio hacia ciertas aristas que nos aúnan como sociedad, entre otros aspectos.

Será entonces la palabra «Huellas», alusión acertada dentro de la fotografía documental, tal vez por ese sentido de recordar y documentar toda una temática, que en el caso que nos ocupa, resulta ser: rostros de la cultura holguinera, como sello intrínseco de una humanización del arte y aún más allá, de aquellos rostros que no hacen arte pero sí resultan objeto de ello.

La exposición fotográfica de Wency Rosales Rojas, inaugurada este martes 14 de enero, en el marco de la Semana de la Cultura Holguinera —suspendida por los lamentables hechos en la localidad de Melones—, según el M.Sc. Ernesto Galbán Peramo, historiador del arte en la provincia, constituye un experimento social donde cada fotografía es una historia de vida, pero ¿realmente vemos un experimento social, un concepto bien elaborado capaz de ser llevado a galerías?

Tal vez la idea central de la misma constituya por sí sola un homenaje a muchos que se encargan de preservar la cultura desde su espacio, ya sea un crítico de arte o una bodeguera; sin embargo, la inocencia con que se alude al tema nos da la medida de fotografías primitivas, poco pensadas y hechas con el mero sentido de una portada para redes sociales.

Alrededor de 40 imágenes, en distintos formatos, reveladas en blanco y negro, algunas con un contraste conceptual, donde se destacan, elementos diferentes entre sí en una composición —un reloj, un libro, girasoles, una gorra— no ofrecen esa historia que quiere contar ni individual ni colectivamente, por el hecho aquel de que «una imagen vale más que mil palabras» sin la necesidad de obtener una descripción de la pieza a cambio de todo lo que no transmite la fotografía, amén de resultar un supuesto experimento social.

El monocromatismo, harto utilizado en la fotografía documental debido a su impacto visual poderoso y atemporal que evoca una profunda sensación de emoción y narración, va más allá de simplemente reducir la saturación de una imagen, requiere una comprensión más profunda de los elementos fundamentales de la fotografía como la composición, la iluminación y el tema; puntos clave que pone énfasis en el contraste, las texturas y los tonos.

En el caso de «Huellas», y con el concepto que trabaja o quiere lograr, la utilización del monocromatismo no está bien justificada, incluso por el hecho de manejar ideas sobre la holguineridad sería prudente la utilización de una paleta de colores más amplia para resaltar la viveza de lo que se desea contar, aunque el intento por hacerlo haya quedado en la mera utilización del contraste conceptual.

Si bien en la fotografía de retratos, las imágenes monocromas pueden atraer la atención hacia las expresiones faciales y emociones de la persona, en búsqueda de la consabida intimidad y profundidad; Rosales Rojas no consigue ninguna de estas ya que algunas resultan demasiado sobre expuestas, otras, ni siquiera puede notarse la expresión, aunque es válido reconocer que algunas —muy pocas— están bien logradas en este aspecto como el caso de Alina Cepena Díaz —holguinera, bodeguera y amante de los parques— con esa sonrisa tímida, como quien es capturada de incógnito mientras vierte el arroz en la pesa.

Henri Cartier-Bresson, emblemático fotógrafo francés, dijo en cierta ocasión: «Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje», tomar una cámara y hacer FOTOGRAFÍA no solo requiere de experticia sino de sentimiento, la poesía de la imagen, la narrativa de un plano bien elaborado, la ley de la mirada —incandescente—, la estructura de la sombra sobre la luz y viceversa, es ver lo que otros no ven.

En este sentido, el alma se pierde en la expo, no hay un eje dramático, ni siquiera con la explicación aportada en la descripción de cada foto que sigue una línea de preguntas esenciales que son canalizadas para referir un sentimiento raigal: ¿Qué es lo que más te gusta y lo que menos te gusta de Holguín?

Puedo recordar a los grandes de la fotografía documental cubana, comenzando por Roberto Salas, Ramón Grandal, José A. Figueroa, Mario Díaz, hasta llegar a Alfredo Sarabia, Pedro Abascal y Raúl Cañibano, si bien algunas de sus fotografías no poseían tecnicismos e impresiones exactas de reglas fotográficas, su discurso era profundo, un elevado nivel estético, donde cada una te mostraba el mundo tal cual, sin necesidad de explicaciones pero llevando la abstracción, permitiendo al público desmantelar capas y capas de historias vividas por los sujetos fotografiados.

El estado entonces de clasificación desde las categorías fotográficas refieren que una fotografía documental puede convertirse en una obra de arte: por la conjunción de elementos formales, compositivos y simbólicos. Una imagen además de ser visual es olfativa, auditiva, sensorial —sin desconocer las que implican interoceptividad y propioceptividad— a través de estímulos visuales.

En este sentido hay que abandonar la idea de que la fotografía puede copiar automáticamente la naturaleza con la máxima precisión sin tener en cuenta las habilidades de quien la realiza. Estamos observando un descuido en elementos técnicos como lo son el encuadre —prestar atención a la relación del objeto con respecto a su disposición natural—, en el que se cortan miembros como las manos, codos, hombros y extremidades completas que según las reglas anatómicas y de relación de aspecto no pueden suceder a menos que sea la intención del autor pero de manera justificada, cuestión que no es percibida en el trabajo de Wency Rosales para esta expo.

El peso visual también falla ya que se intenta marcar el punto de atención con color pero al analizar la fotografía resulta incorrecto pensar en que el objeto resaltado cuente más que el retrato en sí, puede observarse entonces un claro deje de incomprensión o selección de la atención a la que debe dirigir el espectador, por ende el contraste conceptual, en este caso, es innecesario. Así como el desbalance en la simetría de la misma.

No obstante, la única pieza de relevancia total y que da sentido a la exposición es un espejo que se encuentra al final de esta con una integración lingüística bajo la idea de que todos somos protagonistas de nuestras vidas y de nuestro tiempo:

Quizá ya usted se miró en el espejo,

pero no reparó en ese ser que usted ha sido en su vida,

usted debe estar orgulloso de sí mismo

y quizá no esté en esta muerta fotográfica y no porque no se lo merezca,

quizás usted no sea escritor, pero ha tenido alguna vez un libro en sus manos

y ha disfrutado su lectura,

quizá no sea médico pero ha aconsejado a alguien con su dolor,

quizá no sepa arreglar un reloj, pero supo poner en hora el suyo

quizá no sepa cantar o afinar una guitarra,

pero ha tarareado:

(…) A mí me gusta que baile Marieta,

Marieta a mí me pidió, ay Dios,

3 pesos con disimulo, ay Dios

y dijo que me pagaba, ay Dios

con el tiempo y sin apuro (…)

Usted quizá no sepa hacer una foto

pero ha visto la de los quince de su hija o simplemente de un conocido

quizá no sepa mucho de historia pero forma parte de la nuestra

y así podríamos mencionar otros oficios que usted no hace

pero sepa que usted es muy importante en la vida de muchos,

que hay alguien que lo extraña y necesita en estos precisos momentos,

que sin usted esta galería estuviera vacía,

así que arréglese el cuello y arréglese el pelo

vuelva a mirarse y salga de aquí orgulloso

que hoy es un buen día para empezar.

El momento también fue aprovechado para rendir tributo a los fallecidos en la localidad de Melones. Una fotografía de Holguín custodiada por una vela encendida y flores luctuosas que, con el acompañamiento de palabras tiernas y de marcada melancolía, erigida en el centro de la galería como un símbolo post-mortem.

Aunque el intento es valorado, lo cierto es que «Huellas» no llega a criterio galerístico, ni técnica ni estética ni conceptualmente, y no aludo a barroquismos propios de nuestros tiempos, sino a la proyección artística con una mirada distinta y bien marcada, que nos permita, como público enriquecer visualmente nuestro conocimiento sobre las artes visuales.

Entonces, es válido hacernos esta pregunta: ¿Estamos consumiendo arte o hamparte1?

Nota:

Hamparte1: Término acuñado por el artista y crítico de arte español Antonio García Villarán y se refiere a aquellas piezas que están llenas de lugares comunes e ideas manidas o cuyo único valor está sustentado en un concienzudo texto teórico, filosófico o político que no encuentra su reflejo real en la obra.

Yeema Martínez Yee
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