En Holguín, como en buena parte de Cuba, la relación entre salario y costo de la vida es uno de los temas más sensibles y polémicos. La frase «el dinero no alcanza» es una realidad cotidiana que afecta a profesionales, trabajadores del sector estatal, jubilados y familias en general que ven cómo su poder adquisitivo se reduce día tras día.
Aunque tras la llamada «Tarea Ordenamiento» se anunciaron aumentos salariales en sectores estatales, lo cierto es que estos ingresos siguen siendo insuficientes frente al alza constante de los precios en los mercados, tanto estatales como informales. En Holguín, por ejemplo, una libra de arroz puede superar los 200 CUP en el mercado informal, y un cartón de huevos se vende a unos 2 800 CUP o más, cifras que absorben gran parte del salario mensual promedio de un trabajador.
El contraste más enojoso lo viven muchos profesionales: médicos, maestros, ingenieros y trabajadores del conocimiento que, con una formación universitaria, devengan salarios que apenas alcanzan para sobrevivir. Esta situación no solo es injusta, sino también desmotivadora, lo que ha generado un proceso sostenido de deserción laboral, migración interna hacia el sector privado o la salida definitiva del país.
El auge de las micro, pequeñas y medianas empresas y el trabajo por cuenta propia ha exacerbado la desigualdad. Mientras en el sector estatal los salarios están limitados por normativas y presupuestos, en el sector privado los ingresos se multiplican, pero no todos tienen acceso a emprender, ya sea por falta de capital, contactos o conocimientos. El resultado es una dualidad económica cada vez más marcada, donde unos pocos acumulan ingresos significativos y la mayoría sobrevive entre la necesidad y la resignación.
Otro aspecto crítico es la situación de los jubilados. En Holguín, como en muchas provincias del oriente cubano, la población envejecida es numerosa, y la pensión promedio no supera los 1 500 CUP, un monto irrisorio frente al coste de la vida en la actualidad. Muchos ancianos se ven obligados a depender de remesas o ayuda familiar para poder comprar medicamentos, alimentos o artículos para la higiene básica.
Las autoridades han reconocido la necesidad de aumentar los ingresos reales de la población, pero hasta ahora las soluciones son parciales y lentas. El contexto inflacionario, la escasez productiva y el limitado acceso a divisas agravan el panorama.
La crisis salarial no es un simple problema económico: es una herida abierta en el tejido social de Holguín. La desigualdad, la frustración colectiva y el deterioro de la ética laboral son consecuencias visibles. Es urgente repensar un modelo que dignifique el trabajo, que premie el esfuerzo y que permita vivir con decoro, porque mientras el salario no alcance para cubrir lo básico, cualquier proyecto de desarrollo local será apenas una quimera.
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