La procrastinación: dejar para mañana lo que puedes hacer hoy

Los individuos de la sociedad contemporánea se caracterizan por desarrollar varias actividades a la vez, es necesario resolver actividades del hogar, la escuela, el trabajo y otras tantas cuestiones sociales, una buena parte de las veces estas acciones requieren de esfuerzo, tiempo y dedicación para su realización, por lo que la complejidad de dichas actividades se incrementa, y por consiguiente su resolución se posterga sin obtener resultados favorables.

Las personas habitualmente se plantean metas a corto, medio y largo plazo relacionadas con distintos aspectos de la vida, lo cual implica trazar un plan para conseguirlas, ya sea un plan explícito o implícito, y una estimación del tiempo necesario para realizarlo. Si las actividades que se planean realizar se llevan a cabo en tiempo, muy probablemente las consecuencias positivas de tales actividades sean evidentes. Por el contrario, si las conductas planeadas y orientadas a futuro no se realizan en el tiempo estimado, la probabilidad de que aparezcan consecuencias negativas se incrementa.

En general, las personas que «dejan para mañana lo que pueden hacer hoy» son vistas como personas perezosas, vagas o irresponsables, así valoradas incluso por otras personas con la misma tendencia. La falta de diligencia a la hora de realizar tareas planeadas en un tiempo estimado se asocia con cierto malestar subjetivo, y si tal tendencia se da en diferentes áreas vitales, entonces se trata de una persona que procrastina.

El término procrastinación proviene del latín procrastinare, que literalmente significa «dejar para mañana» y se ha definido como la tendencia a aplazar el inicio o finalización de actividades que deben hacerse en un plazo de tiempo determinado, generando en la persona cierto malestar subjetivo.

La postergación o posposición de las acciones para cumplimentar una tarea a veces se produce por miedo a afrontarla o pereza a realizarla, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.

Se trata de un trastorno volitivo del comportamiento que tiene su raíz en la asociación de la acción por realizar con el cambio, el dolor, la incomodidad o el estrés. Este puede ser psicológico (en la forma de ansiedad o frustración), físico (como el que se experimenta durante actos que requieren trabajo fuerte o ejercicio vigoroso) o intelectual. El acto que se pospone puede ser percibido como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir, estresante, por lo cual se autojustifica posponerlo a un mejor momento, a un futuro  idealizado.

La procrastinación perjudica nuestra salud mental. Diversos estudios han reportado que está asociada con estrés, ansiedad, dificultades para dormir y problemas de salud. Además, impacta sobre la percepción de nosotros mismos, genera sentimientos de culpa, frustración, e incompetencia, todo ello puede lesionar nuestra autoestima.

Dependiendo de con quién hables, las personas te pueden dar muchos motivos diferentes sobre por qué procrastinan. Normalmente, entre las razones se incluyen las siguientes:

  • Pereza
  • Falta de autocontrol
  • Miedo al fracaso
  • Malos hábitos desarrollados
  • Perfeccionismo
  • La sensación de que la tarea no es urgente
  • Confusión con respecto a lo requerido
  • Diálogo interno negativo
  • Miedo a los proyectos complejos y abrumadores
  • Hacer varias tareas a la vez
  • Casi todos estos motivos provienen de un inhibidor central que lleva a la procrastinación: la falta de claridad.
  • Si has desarrollado el hábito de la procrastinación, es posible que no tengas una conexión clara con la razón de por qué la tarea que debes realizar es importante y no debes postergarla.

Foto: ArchivoEl hecho de procrastinar es reconocido como un síntoma de algún trastorno psicológico, como depresión o trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Algunos investigadores han señalado que la procrastinación es producto de un inadecuado manejo de las emociones y no de la holgazanería.

Como síndrome que evade el responsabilizarse posponiendo tareas, puede llevar al individuo a refugiarse en actividades ajenas a su cometido. La costumbre de posponer, si bien no se ha demostrado cabalmente, puede generar dependencia de diversos elementos externos, tales como navegar en Internet, leer libros, salir de compras, comer demasiado o dejarse absorber en exceso por la rutina laboral, entre otras, como pretexto para eludir alguna responsabilidad, acción o decisión.

Este problema de salud no necesariamente está ligado a la depresión, al  TDAH o a la baja autoestima. El perfeccionismo extremo o el miedo al fracaso también son factores para posponer (por ejemplo: al no atender una llamada o una cita donde se espera llegar a una decisión).

Existen tres tipos de procrastinación

1. Por evasión, cuando se evita empezar una tarea por miedo al fracaso. Puede estar relacionado con problemas de autoestima.

2. Por activación, cuando se posterga una tarea hasta que ya no hay más remedio que realizarla debido a una necesidad imperiosa.

3. Por indecisión, típico de las personas que, intentando realizar la tarea, se pierden en pensar la mejor manera de hacerlo sin llegar a tomar una decisión.

La procrastinación es una tendencia muy generalizada entre la población occidental. No toda conducta de postergación o aplazamiento implica procrastinación. Para que se considere procrastinación deben darse las siguientes condiciones:

·         El aplazamiento de la conducta genera un sentimiento de malestar en la persona porque no inicia o finaliza la tarea en el tiempo establecido.

·         A nivel cognitivo, la persona genera todo tipo de sesgos para preservar su nivel de autoestima y no sentirse desvalorizada por los demás.

·         A nivel conductual, es probable que se implique en tareas que nada tienen que ver con el cumplimento de la tarea objetivo, constituyendo toda una suerte de conductas de auto-sabotaje distractoras.

·         A nivel emocional, el sentimiento de infravaloración, ansiedad, y afectividad, genera una tendencia a la pasividad que no motiva para acometer la tarea.

·         A nivel social, las personas que procrastinan son indecisas en sus relaciones interpersonales, pensando constantemente en la opinión que los demás pueden tener de uno misma, y cuestionando constantemente los modos tradicionales y establecidos de hacer las cosas.

El tratamiento de la procrastinación implica realizar algo más que un curso de gestión de tiempo. Como ha quedado patente en diversas investigaciones, debe abordarse desde la esfera cognitiva, afectiva y conductual, identificando el estilo de personalidad que procrastina, y ajustando el tratamiento a sus peculiaridades. Las diferencias individuales, así pues, hacen que las recetas generales no sean eficaces ni eficientes.