“Lo que he intentado hacer en Tríptico de la infamia, permítanme contarles, es asomarme, y de mi mano he procurado que el lector a su vez lo haga, al horizonte renacentista y extremista del siglo XVI”, señalaba Pablo Montoya en su discurso al recibir el XIX Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, el dos de agosto de 2015 en Caracas. Tal aseveración, de cierta manera, relaciona su experiencia con un desempeño que acuñara Lope de Vega y fuera usado por Alejo Carpentier como exergo más que definitorio para un célebre libro suyo: “¿Qué capitán es éste, qué soldado de la guerra del tiempo?”. Y es que la vía más adecuada a la hora de entrar, desde las miras de la ficción, en época tan beligerante como la escogida por el autor de aquella novela, pasa por las señas de tal interrogación. Así las cosas, en Tríptico de la infamia, que también mereciera el Premio de Narrativa José María Arguedas 2017 otorgado por la Casa de las Américas –y publicado luego por su Fondo Editorial- tales designios bien pueden refrendarse con unas palabras de Jorge Luis Borges: “El sabor preciso de aquel momento era lo que ahora buscaba”.
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